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Hay un lugar donde se construye

Hay un lugar donde se construye una cabaña de barro, en el que se baila en círculo al son de un acordeón. Donde te reencuentras con las personas que conoces y a las que nunca has visto. Allí puedes confeccionar arcos y disparar flechas de energía curativa montad@ en una yegua llamada Diamante, improvisar un baile africano al son de un tambor chamánico que has engendrado o caminar descalzo por pasillos de cantos rodados que conducen a altas telas de las que columpiarte mientras l@s pequeñ@s juegan libremente y libres están jugando. Te invitan a pintar el día en que has nacido, a hacer teatro sin telón y a recolectar hierbas para hacer ungüentos curalotodo. Nos enseñan una mujer fuerte, un hombre águila y una mujer medicina, respectivamente a picar leña, A sostener cachorros, a caminar entre vacas y a ordeñar cabras; a buscar tu propio Animal de poder, a hacer nudos con cuerdas, y por último, a desatar los de tu cuerpo con tus propias manos.

Y aprendemos a elegir entre escalar la roca más alta del campamento para meditar en su punta o abrazarnos y reír y reír y reír; escogemos entre senderear hasta unas Pozas o hacer un dinosaurio de arcilla con un torno; a encontrar los cinco ritmos o ser un Clown lanzándonos al río al soltar una cuerda.

Cerca de la cabaña que os comentaba hay una piscina de barro que sobrevuelan las mariposas de papel que han hecho l@s niñ@s. Y no muy lejos de allí por las noches se danza en poderad@ creyéndote la reina de Inglaterra o que estás pintando el cuadro de tu vida. Bajo las estrellas un cantautor cuenta sobre el espíritu de un niño que siempre daba abrazos.

Está también la que hace cometas de papel, el artesano del cuero y la que te propone la aventura diaria a la que anotarte. Hay visitas como la del indio que te reconecta con tu bebé en un baile a dos dentro del típi o la de la forajida Pepa a Loba.

Durante una semana te ayudarán a encontrar las sorpresas que guarda el río, a acostarte susurrando en conciertos Ama y Ama, y a despertarte cantando en sefardí y como nunca has escuchado, para levantarte y comer las galletas que ya habías preparado.
Te atreverás a jugar en una rueda de capoeira y de repente por sorpresa, como si por el efecto de un sortilegio se tratase, verte descansando en el agua caliente de una terma.

Te darás cuenta de que tu familia es un árbol y buscarás dentro de ti cuál es, y de que quizás puedas seguir jugando de adulto a aquello que te gustaba hacer tanto en la infancia. Podrías acabar siendo como ese hombre orquesta o aquel DJ que también está por aquí.
Puede que después de disfrutar del último banquete que corre por cuenta de la casa, seas capaz de dar las gracias en la ceremonia de despedida y te lleves una preciosa cesta que hayas trenzado con ideas en su interior: de querer estirar este sentimiento todo el año, y hacer un intercambio no de monedas sino de conocimientos y de conocer más aquello con un nombre tan difícil de pronunciar.

Ese lugar, que cada año es diferente, se llama MUNDO. A veces, uno necesita impregnarse de él a escala reducida. Y, eso, entonces, me gusta pensar que es CañizaNatura.

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